Treinta...
Hace treinta años que llegué de manera un tanto atropeyada a este mundo, medio enredado (literalmente), aunque sin mayores complicaciones. Toda una vida después sigo aquí. Generalmente no acostumbró tomarme muy a pecho esto de los cumpleaños, ya me festejaron mucho durante mi niñez así que ahora procuro tomarme las cosas más tranquilas y aprovechar la ocasión para reflexionar un poco. Claro, tampoco me molestan las felicitaciones, son siempre un buen detalle.
Ahora que hablando de felicitaciones buena parte de ellas debería de haber ido dirigidas no a mi, sino a mi madre pues fue ella la que se encargó de lidiar conmigo y con mis extravagantes ideas durante mis primeros años de vida. Es casi un milagro que siga aquí y más con todos mis huesos intactos y el mérito es prácticamente todo de ella que con frases como "estás loco cabrón" más de una vez me hizo cuestionarme hacerca de la cordura de mis planes. Aún así me encargué de coleccionar todo tipo de heridas y cicatrices, pero lo dicho, sin ella (y más adelante también mi papá) actuando como mi conciencia, no se que hubiera sido de mi.
Muy lejos quedaron los días aquellos en los que una persona de treinta años me parecía alguien ya mayor, apenas poco menos que un dinosaurio. Cuando creía que alguien por el simple hecho de haber vivido una treintena de años era poseedor ya de todas las respuestas y que difícilmente podía llegar a equivocarse.
No se si por conveniencia, o sólo se deba al cambio de perspectiva, pero hoy en día mi postura es completamente distinta. Ahora veo los treinta como aún parte de la juventud, muy conveniente. Quizás eventualmente me suceda los mismo con los cuarenta, después con los cincuenta y así hasta que me vuelva un joven con más arrugas que cabellos. Por desgracia me he dado cuanta también de que después de treinta años no me he vuelto más sabio y no estoy ni siquiera un paso más cerca tener llegar a conocer todas las respuestas.
Treinta años parecen apenas un suspiro y aún así son treinta años que no volvería a vivir aunque pudiera.
Es cierto que ha habido momentos duros, dolorosos, decepciones y tragos amargos pero siempre serán más los momentos para recordar. Los rostros, las sonrisas, los episodios felices, la alegría compartida. Pero todo esto, lo bueno, y también lo malo, me ha convertido en lo que soy, es parte de mi y para bien o para mal yo no sería existiría sin ello. Por los mismo no siento necesidad de vivirlo nuevo.
Todo nuestro pasado se condensa en lo que somos hoy y en la manera en que miramos, no al pasado, si no al futuro. Si estos 30 años pudieran verse como una pintura, diría que estoy plenamente conciente de cuales han sido mis aciertos y también los errores en esta obra. Sin embargo es un trabajo firmado y no lo vuelvo a tocar más. Quedará en mi memoria y también, a manera de fragmentos, en la de todos aquellos que han compartido momentos conmigo.
Apartir de ahora inicio una nueva etapa que ojalá llegase a ser tan extensa como esta que recién termina, pero tampoco me lamentaré si no lo es. Años, meses, días, cualquiera que sea su extensión procuraré vivirla de la mejor manera posible que a fin de cuentas la mejor obra siempre será la que aún estamos por pintar.
-Por cierto, aunque admito que algunas veces me siento un poco raro cuando me llaman señor y de vez en cuando siento el desgaste de los años en mis rodillas, aún no veo en mi horizonte nada que se parezca ni remotamente a eso que llaman crisis de los treinta. Juro que mi decisión de entrar al gimnasio obedece a otras razones.-
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