Ese que antes era
Fueron muchos los días y también muchas las formas en que intenté acercarme a ella, siempre con el mismo resultado, la reconpensa a cada uno de mis intentos por llamar su atención fue siempre la más gentil y contundente apatía. Esa sonrisa que en un principio me pareció tan enigmática se había convertido ahora en alguna especie de símbolo y yo tenía más que claro lo que significaba aunque ella nunca lo hubiera expresado con palabras.
El nunca haber escuchado ese "no" de sus labios solo hacía las cosas más difíciles y pese a su distante modo de ser, algo en mi simplemente se resistía a abandonar la esperanza, si al final del día regresaba a mi casa totalmente derrotado, por la mañana mi ánimo estaba renovado y listo para intentarlo de nuevo. Así los días siguieron acumulandose y antes de darme cuenta siquiera ya los estaba contando en meses.
Sin embargo fue hasta una mañana de Junio, bastante tiempo después de haberse cumplido el primer año de conocerla, que finalmente tomé conciencia de lo que estaba haciendo, o mejor dicho, de lo que estaba dejando de hacer. No tenía cabeza más que para pensar en ella, siempre andaba distraido o desanimado y dejé que mis sentimientos me desdibujaran al punto de quedar reducido a un mero esbozo del hombre que era antes, y si por momentos volvía a retomar mi verdadera forma era solo durante esos breves instantes en que me permitía disfrutar de su compañía. Ese día todo lo que había elegido no ver se me reveló de un solo golpe y he de reconocer que la sensación no fue para nada placentera, fue más bien como si hubieran dejado caer sobre mi poco más de trescientos kilos en ilusiones desbaratadas, las cuales dicho sea de paso tienen un gusto muy semejante al pescado descompuesto.
No quisiera atentar contra su privacidad evocando una escena de la que no fui protagonista si no apenas uno más de los inoportunos espectadores, es más, dudo siquiera que ella me hubiera notado entre los rostros borrosos que ahora deben figura en la escenografía irrelevante de su recuerdo. Basta con decir que fue en ese instante que me di cuenta de que ella no tenía tiempo para absurdos romances, que lo que menos le interesaban era escuchar palabras bonitas o promesas de amor sustentadas en nada más que ilusiones. Comprendí que ella buscaba una realidad a la cual poder aferrarse, que le diera cierta seguridad no la mera fantasía de un amor. Me sentí realmente mal, me di cuenta de que relamente no tenía nada más que ofrecerle, nada más que aquello que sentía por ella, algo que en los últimos minutos acaba de devaluarse estrepitosamente, y es que quien había sido yo todo este tiempo si no un niño enamorado de una mujer.
No estaba dispuesto desperdiciar más tiempo cuando era evidente que cualquier intento de mi parte conduciría siempre al mismo resultado y donde cualquier hombre más sensato que yo simplemente hubiera dado media vuelta para seguir con su vida yo decidí continuar. Y entonces dejé que la lógica tomara desiciones que todo mundo sabe nunca se le deberían confiar. Me dije que si lo que ella buscaba era un hombre que le ofreciera mucho más que este sobrevalorado sentimiento al que llamamos amor, yo me convertiría en ese hombre. A partir de ahora me dedicaría vivir lo más rápido posible todo lo que me faltaba vivir, que aprendería a ver las cosas como la ven los demás, que me enseñaría a ver los verdaderos colores del mundo.
Y fue así que ese mismo día me despedí de ella y me despedí de mi pueblo, de mi manera romántica de ver la vida y de tantas otras cosas más. No le dije cuando regresaría, ni me quedé a escuchar cualquier cosa que tuviera que decir, por que lo haría si más de un año de silencios inoportunos me habían enseñado todo lo que podía esperar de ella. Me fui lejos, fueron cerca de 3 años en los que me dediqué a trabajar, me enfoqué en aprender todo lo que tenía oportunidad de aprender, conocí muchas ciudades, mujeres, amigos, sufrí, reí, me dediqué a vivir la vida y aún así nunca dejé de pensar en ella.
Un día finalmente la vida me llevo de regreso a mi pueblo, no sabía que esperar ¿se habría casado ya?, ¿aún se acordaría de mi?. Me estaba constando bastate trabajo decidir si buscarla o no pero no hubo necesidad, ahí estaba ella sentada en una mesa en el café de la esquina con un grupo de amigas, la misma presencia, las misma elegencia y también más bella que nunca. Estaba apunto de retirarme cunado me llamó, apenas tuve tiempo de voltear cuando ya me encontraba rodeado por sus brazos, ciertamente no me esperaba este recibimiento. Se disculpó con sus amigas, me tomó del brazo y me invitó a caminar. Pasamos es resto de la tarde platicando, ella me puso al tanto de su vida al tiempo que yo le contaba un poco de la mia. Me dijo que me había extrañado, que si por que nunca le había escrito. Hablamos durante largo tiempo como si hubieramos sidos los más grandes amigos, incluso me comentó que estaba saliendo con alguien pero que aún no sabía si sería algo en serio, la verdad es que me sentí muy cómodo hablando con ella y fue una tarde siempre he de recordar.
Finalmente nos despedimos, no si antes haberme hecho prometer que la buscaría para invitarla a tomar otro café y seguir nuestra la plática. Fue en ese momento que busqué en la bolsa de mi chamarra y le entregué un viejo sobre con una carta, carta que me tomó casi un año terminar de escibir y cuyos parrafos se nutrieron a menudo de aquellos momentos en que más me pesaba su ausencia. Ella me prometió leerla y me dijo que ella también me escribiría una carta en repuesta, al final se despidió con una sonrisa, pero no con una de esas sonrisas que había visto mil veces y que tan bien había llegado a conocer, esta vez fue una sonrisa de un tipo totalmente nuevo para mi.
Nunca volví a verla y nunca intenté descifrar lo que se escondía tras esa nueva sonrisa, tampoco me quedé para conocer que es lo que me escribiría en respuesta pues la carta que le escribí conserva el último recuerdo un hombre que alguna vez la amó como nadie en la vida, pero también es testigo de como la vida me cambió, en mi búsqueda de volverme alguien más se perdió gran parte de quien era, con todo mi pesar me dí cuenta que ya no la amaba que intentando ser el hombre que ella pudiera querer dejé de ser aquel joven romántico y soñador que era quizás la unica versión de mi que pudo llegar a merecer que lo quisiera.
El nunca haber escuchado ese "no" de sus labios solo hacía las cosas más difíciles y pese a su distante modo de ser, algo en mi simplemente se resistía a abandonar la esperanza, si al final del día regresaba a mi casa totalmente derrotado, por la mañana mi ánimo estaba renovado y listo para intentarlo de nuevo. Así los días siguieron acumulandose y antes de darme cuenta siquiera ya los estaba contando en meses.
Sin embargo fue hasta una mañana de Junio, bastante tiempo después de haberse cumplido el primer año de conocerla, que finalmente tomé conciencia de lo que estaba haciendo, o mejor dicho, de lo que estaba dejando de hacer. No tenía cabeza más que para pensar en ella, siempre andaba distraido o desanimado y dejé que mis sentimientos me desdibujaran al punto de quedar reducido a un mero esbozo del hombre que era antes, y si por momentos volvía a retomar mi verdadera forma era solo durante esos breves instantes en que me permitía disfrutar de su compañía. Ese día todo lo que había elegido no ver se me reveló de un solo golpe y he de reconocer que la sensación no fue para nada placentera, fue más bien como si hubieran dejado caer sobre mi poco más de trescientos kilos en ilusiones desbaratadas, las cuales dicho sea de paso tienen un gusto muy semejante al pescado descompuesto.
No quisiera atentar contra su privacidad evocando una escena de la que no fui protagonista si no apenas uno más de los inoportunos espectadores, es más, dudo siquiera que ella me hubiera notado entre los rostros borrosos que ahora deben figura en la escenografía irrelevante de su recuerdo. Basta con decir que fue en ese instante que me di cuenta de que ella no tenía tiempo para absurdos romances, que lo que menos le interesaban era escuchar palabras bonitas o promesas de amor sustentadas en nada más que ilusiones. Comprendí que ella buscaba una realidad a la cual poder aferrarse, que le diera cierta seguridad no la mera fantasía de un amor. Me sentí realmente mal, me di cuenta de que relamente no tenía nada más que ofrecerle, nada más que aquello que sentía por ella, algo que en los últimos minutos acaba de devaluarse estrepitosamente, y es que quien había sido yo todo este tiempo si no un niño enamorado de una mujer.
No estaba dispuesto desperdiciar más tiempo cuando era evidente que cualquier intento de mi parte conduciría siempre al mismo resultado y donde cualquier hombre más sensato que yo simplemente hubiera dado media vuelta para seguir con su vida yo decidí continuar. Y entonces dejé que la lógica tomara desiciones que todo mundo sabe nunca se le deberían confiar. Me dije que si lo que ella buscaba era un hombre que le ofreciera mucho más que este sobrevalorado sentimiento al que llamamos amor, yo me convertiría en ese hombre. A partir de ahora me dedicaría vivir lo más rápido posible todo lo que me faltaba vivir, que aprendería a ver las cosas como la ven los demás, que me enseñaría a ver los verdaderos colores del mundo.
Y fue así que ese mismo día me despedí de ella y me despedí de mi pueblo, de mi manera romántica de ver la vida y de tantas otras cosas más. No le dije cuando regresaría, ni me quedé a escuchar cualquier cosa que tuviera que decir, por que lo haría si más de un año de silencios inoportunos me habían enseñado todo lo que podía esperar de ella. Me fui lejos, fueron cerca de 3 años en los que me dediqué a trabajar, me enfoqué en aprender todo lo que tenía oportunidad de aprender, conocí muchas ciudades, mujeres, amigos, sufrí, reí, me dediqué a vivir la vida y aún así nunca dejé de pensar en ella.
Un día finalmente la vida me llevo de regreso a mi pueblo, no sabía que esperar ¿se habría casado ya?, ¿aún se acordaría de mi?. Me estaba constando bastate trabajo decidir si buscarla o no pero no hubo necesidad, ahí estaba ella sentada en una mesa en el café de la esquina con un grupo de amigas, la misma presencia, las misma elegencia y también más bella que nunca. Estaba apunto de retirarme cunado me llamó, apenas tuve tiempo de voltear cuando ya me encontraba rodeado por sus brazos, ciertamente no me esperaba este recibimiento. Se disculpó con sus amigas, me tomó del brazo y me invitó a caminar. Pasamos es resto de la tarde platicando, ella me puso al tanto de su vida al tiempo que yo le contaba un poco de la mia. Me dijo que me había extrañado, que si por que nunca le había escrito. Hablamos durante largo tiempo como si hubieramos sidos los más grandes amigos, incluso me comentó que estaba saliendo con alguien pero que aún no sabía si sería algo en serio, la verdad es que me sentí muy cómodo hablando con ella y fue una tarde siempre he de recordar.
Finalmente nos despedimos, no si antes haberme hecho prometer que la buscaría para invitarla a tomar otro café y seguir nuestra la plática. Fue en ese momento que busqué en la bolsa de mi chamarra y le entregué un viejo sobre con una carta, carta que me tomó casi un año terminar de escibir y cuyos parrafos se nutrieron a menudo de aquellos momentos en que más me pesaba su ausencia. Ella me prometió leerla y me dijo que ella también me escribiría una carta en repuesta, al final se despidió con una sonrisa, pero no con una de esas sonrisas que había visto mil veces y que tan bien había llegado a conocer, esta vez fue una sonrisa de un tipo totalmente nuevo para mi.
Nunca volví a verla y nunca intenté descifrar lo que se escondía tras esa nueva sonrisa, tampoco me quedé para conocer que es lo que me escribiría en respuesta pues la carta que le escribí conserva el último recuerdo un hombre que alguna vez la amó como nadie en la vida, pero también es testigo de como la vida me cambió, en mi búsqueda de volverme alguien más se perdió gran parte de quien era, con todo mi pesar me dí cuenta que ya no la amaba que intentando ser el hombre que ella pudiera querer dejé de ser aquel joven romántico y soñador que era quizás la unica versión de mi que pudo llegar a merecer que lo quisiera.
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