Danza de palabras
Clic, clic, clic, clic, clic... se escucha el golpeteo constante sobre el teclado, un suave sonido, a veces pausado, a veces con prisa, por momentos incluso podría pasar casi por un murmullo. Golpes más secos seguidos de una pequeña pausa se encargan de insinuar sutílmente las palabras, apenas se notan, pero bastan para marcar el ritmo.
Si uno tuviera la delicadeza de prestar aún más atención, o mejor aún, si fuera capaz de agudizar el oído a un nivel casi animal, apuesto que podría notar la presencia de una segunda melodía, un sonido más constante auque no excento de sus propios exabruptos, de sus cambios de ritmo, sólo que en este caso los tiempos no los marca el espacio entre palabras si no el espacio entre respuestas. Pausas, palabras y oraciones dirigiendo el ritmo de los latidos.
Trasladando la atención al apartado visual la escena no deja de ser menos interesante pues los gestos también tienen una parte de la historia para contar. Manos en la cara, unos nervios que parecen volverse más manejables si son alimentados con uñas, unos ojos que de un minuto a otro lo mismo expresan tristeza, que esperanza o alegría. Otras veces tan sólo se abren enormes en algo que no atino a describir más que como el intento imposible de una bocanada, pero no de aire, si no de ilusiones.
Respuestas que se demoran tan sólo para descubrirlas llegando en el momento más oportuno, una sonrisa involuntaria que se de fuga de vez en vez por la comisura de sus labios, medio contenida, medio liberada, pero honesta, porque es una de esas sonrisas que no piden permiso, de esas que nacen cuando les da la gana, que no mienten, sinceras.
Luego una de esas pausas gigantescas donde parece no respirar, cuando hasta el tiempo parece transcurrir más lento, casi amenazando con deternerse, donde tu mismo te quedas sin aliento. El rubor en las mejillas que enternece más su rostro anuncia la llegada de la respuesta, juega con las manos como intentando arroparalas entre su cabello y de nuevo el golpeteo en el teclado, el murmullo, la pausa, la espera de la respuesta, una tensión de la que si no te distraes te vuelves cómplice. Las manos a veces danzantes, a veces entrelazadas, como ayudándose mutuamente a permanecer quietas, como en espera de la señal que les indicará que es momento de una pieza más en este baile, en este intercambio de textos, de palabras, de emociones .
A veces las respuesta es la esperada, se adivina claramente en sus ojos, otras parece que no tanto, pero aún entonces sus gestos me platican que se mantiene la esperanza.
Y este testigo incidental no atina más que a preguntarse si alguna vez ha sido capaz de provocar eso mismo, si ha sido alguna vez capaz de impregnar sus oraciones de ese "algo" que se requiere para robar sonrisas, si existe esa persona interesada en bailar al ritmo de sus palabras. Dificil saberlo pero me gusta pensar que si, que también yo soy capaz de participar de esta danza.
Si uno tuviera la delicadeza de prestar aún más atención, o mejor aún, si fuera capaz de agudizar el oído a un nivel casi animal, apuesto que podría notar la presencia de una segunda melodía, un sonido más constante auque no excento de sus propios exabruptos, de sus cambios de ritmo, sólo que en este caso los tiempos no los marca el espacio entre palabras si no el espacio entre respuestas. Pausas, palabras y oraciones dirigiendo el ritmo de los latidos.
Trasladando la atención al apartado visual la escena no deja de ser menos interesante pues los gestos también tienen una parte de la historia para contar. Manos en la cara, unos nervios que parecen volverse más manejables si son alimentados con uñas, unos ojos que de un minuto a otro lo mismo expresan tristeza, que esperanza o alegría. Otras veces tan sólo se abren enormes en algo que no atino a describir más que como el intento imposible de una bocanada, pero no de aire, si no de ilusiones.
Respuestas que se demoran tan sólo para descubrirlas llegando en el momento más oportuno, una sonrisa involuntaria que se de fuga de vez en vez por la comisura de sus labios, medio contenida, medio liberada, pero honesta, porque es una de esas sonrisas que no piden permiso, de esas que nacen cuando les da la gana, que no mienten, sinceras.
Luego una de esas pausas gigantescas donde parece no respirar, cuando hasta el tiempo parece transcurrir más lento, casi amenazando con deternerse, donde tu mismo te quedas sin aliento. El rubor en las mejillas que enternece más su rostro anuncia la llegada de la respuesta, juega con las manos como intentando arroparalas entre su cabello y de nuevo el golpeteo en el teclado, el murmullo, la pausa, la espera de la respuesta, una tensión de la que si no te distraes te vuelves cómplice. Las manos a veces danzantes, a veces entrelazadas, como ayudándose mutuamente a permanecer quietas, como en espera de la señal que les indicará que es momento de una pieza más en este baile, en este intercambio de textos, de palabras, de emociones .
A veces las respuesta es la esperada, se adivina claramente en sus ojos, otras parece que no tanto, pero aún entonces sus gestos me platican que se mantiene la esperanza.
Y este testigo incidental no atina más que a preguntarse si alguna vez ha sido capaz de provocar eso mismo, si ha sido alguna vez capaz de impregnar sus oraciones de ese "algo" que se requiere para robar sonrisas, si existe esa persona interesada en bailar al ritmo de sus palabras. Dificil saberlo pero me gusta pensar que si, que también yo soy capaz de participar de esta danza.
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