Diario de mundos infinitos, conclusiones, tropiezos y coincidencias (307)
Como me gustaba escuchar su voz cuando renunciaba a la formalidad y se volvía diáfana, casi transparente. Ese rito progresivo de irse despojando de la armadura una pieza a la vez, hasta mostrarse íntima, vulnerable, resguardada por la promesa de sinceridad que recogía de mis palabras y la inocencia, y quizás torpeza, del tacto cálido que eventualmente descubría en ellas.
Ella sabía que no era capaz de mentirle, nunca tuve necesidad, y aunque quizás no eran mis verdades las que perseguía por las noches en azul cielo de su techo, de algo le valían. Recuerdo el dulce tono que adquirían sus palabras cuando finalmente se aceptaba incapaz de ocultar su alegría. Aquella peculiar manera de hablar, de sílabas alargadas, vocales nasales y oraciones torpes. Adiós glamur, solo ternura. Una pronunciación melódica tan especial que muchas veces me apropié como mi himno. Hablar y reír en perfecta amalgama.
He de confensar que también me angustiaba un poco estar ahí, escuchándo y saboreando, recibiendo y despidiendo, cada una de esas palabras-risa. Tener que aceptarlas únicas y fugaces mientras se perdían en el aire y en el tiempo. Como costaba permanecer estoico, fingiendo que no moría de ganas por conservarlas, por volverlas eternas.
Fueron tantas las veces que forcé al límite mi cabeza para pintar instantáneas en mi memoria de lo que escuchaba y veía, y era una tarea titánica porque nunca he sabido de nadie que haya logrado un sobresaliente por intentar atesorar integramente algo tan complejo y único valiéndose únicamentes de colores y silencios.
Y lo conseguí, esa manera de hablar-reír suya aún la conservo. La música perfecta para mis recuerdos, un rayo de luna, una brisa marina colándose por la ventana, el canto nocturno del ruiseñor, el primer sorbo de agua, un suspiro por alguien que se extraña.... todo sostenido entre mis dedos, entre mis manos desnudas. Ahora pienso que quizás no sea tan absurdo el sueño, que quizás eventualmente sea para mi posible regalarle el esbozo de algo eterno.
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