¿Hay lugar para la tristeza en la pintura?
Hace un par de meses en la exposición final del taller de dibujo, mientras me paseaba por la sala principal viendo algunas de las obras de los compañeros, tocó la casualidad de que justo al pasar frente a uno de mis trabajos, me tocó escuchar a un par de señoras comentando precisamente sobre él (un cuadro de una bailarina de ballet que hice con lápiz carbón y cuya versión preliminar decora en este mismo post). Una de ellas opinaba que era un trabajo interesante pero que no le gustaba por que la joven tenía la expresión del rostro triste.
Estoy más que acostumbrado a recibir todo tipo de comentarios y críticas sobre mis trabajos, ciertamente no es algo que me moleste, más aún, lo he llegado a valorar bastante por que siempre me motiva a superarme (veremos cuando me toque un crítico no tan bien intencionado). Sin embargo este comentario me puso a pensar un poco, no por el echo de que no gustara mi dibujo, si no por que el factor clave para tomar tal decisión. Y es que no paso por la técnica, la ejecución o el estilo, se trataba de algo tan simple como es el hecho de que el personaje no lucía feliz.
En este caso en particular nunca fue mi intención que la chica del dibujo luciera triste (hay a quienes les parece triste a otros que está concentrada) pero eso no es lo importante, lo que realmente llamó mi atención fue el factor de decisión. Me hizo pensar acerca de lo que realmente desea encontrar una persona en una pintura, y me refiero a una persona común, no alguien especializado como un crítico de arte o por que no, otro artista. Más interesante aún, este comentario me llevó a preguntarme, desde el punto de vista del público, ¿hay lugar para la tristeza en la pintura?
Me pongo en los zapatos de estas personas y me parece lógico pensar que si uno acude a una galería o a una exposición lo hace con la intención de pasar un buen rato y por que no, distraerse un poco de sus problemas y lo que menos espera ver es algo que evoque la tristeza. Sin embargo, de ser este el caso, se estaría también dejando pasar una magnifica oportunidad de disfrutar otro de tipo de arte, un arte quizás más íntimo, complejo y que sin duda se presta siempre a interesantes ejercicios de reflexión.
Quizás ocurra algo similar a lo que pasa cuando vamos a ver una película al cine donde ya hemos hecho casi obligatorio el clásico final feliz antes de los créditos (con sus honrosas excepciones). Claro que a diferencia de los filmes más comerciales donde los creativos tienen en mente (en mayor o en menor medida) complacer a un público que esta pagando un boleto, (aunque eso implique no alejarse demasiado de la fórmula del final feliz), en el caso de la pintura, al menos como yo la entiendo, el artista pinta no por complacer al público, sino por una necesidad de expresar y compartir sus propias emociones. Es decir su arte no se alimenta únicamente de los momentos felices, a fin de cuentas hablando de emociones la gama es muy amplia.
No dejaría de ser muy interesante conocer la respuesta a esta pregunta pero a fin de cuentas tampoco iría mucho más allá de saciar la simple curiosidad, por que yo igual seguiría pintando lo mismo cosas alegres que tristes (y todo lo que hay en el medio) según lo dicte el mismo momento. De echo el que haya traído a colación el tema precisamente ahora se debe a que en estos momentos me encuentro trabajando en unos bocetos para la que espero sea mi próxima pintura y la temática temática alude justamente a la tristeza y melancolía (ya les contaré que tan bien o mal recibida resulta).
Bueno termino este no tan breve post, recordando un comentario que leí hace ya algunos días en la cuenta de twitter del escritor y periodista mexicano Juan Villoro: "Las ostras que se lastiman con la arena producen perlas. El arte es igual: las heridas producen más obras que las becas".
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