A veces escribo
Escribo sobre una rosa roja cuyo tiempo de vida es tan breve como el eco de la promesa que representa, mientras, permanece digna, condenada a morir lentamente junto a la ventana, liberando a cuenta gotas una embriagadora fragancia de muerte que es también su última manifestación de vida.
Escribo sobre una pintura en una habitación a media luz que a esta hora siempre luce tan solitaria, sobre una ciudad que desde mi ventana parece tan tranquila, casi fantasma, pero que en en el detalle hierve de vida, de anhelos, de canciones; con niños, jóvenes y adultos transpirando vida.
Escribo sobre esperanzas y sobre personas lejanas conectadas mediante hilos de cobre por el ombligo de la cabeza. Sobre princesas encerradas en torres de fabricación casera esperando por príncipes que no llegan, ni llegarán, porque nuestra sociedad, los "ya madura", los prejuicios y las decepciones se encargaron de acabar con ellos.
Escribo sobre jóvenes con corazones ancianos y mentes cansadas de buscarle sentido a la vida, sobre heroínas con voluntad de acero, vistiendo su armadura ya tantas veces abollada para salir una vez más a librar batalla.
Escribo sobre amistades, sobre compañía, sobre compartir y saber que no se está solo en el viaje, sobre robarle felicidad a los momentos, sobre sonrisas que reconfortan, palabras que rara vez alcanzan y esas casualidades que permiten a dos corazones tan lejanos algunas veces alcanzarse.
Escribo sobre ausencias, sobre presencias, sobre gritos en silencio y miradas encriptadas, sobre anhelos y conformismo, sobre lo que está bien y lo que apenas nos alcanza.
Y escribo sin mayor razón que la de dejar migajas en un lugar sembrado de señales y de caminos que no llevan a ningún lado, palabras furtivas que burlen el yugo opresor de la apatía y que con suerte los reflejen y les animen a pensar que quizás no es tan malo que seamos cada vez más los perdidos.
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