Cada mañana
Es curioso la cantidad detalles que pasamos por alto cada día, está mañana camino al trabajo me propuse como ejercicio intentar no dejar escapar nada (nunca dejará de sorprenderme el poder emprendedor que en ocasiones puede tener el ocio). Esto es lo que me encontré.
La joven con suéter de color naranja que usaba un perfume que justamente olía a esa fruta y que abordó el transporte en el preciso momento en que en la radio sonaba Mónica Naranjo.
El aspirante a médico que discute con su compañero sobre las probabilidades de haber pasado el examen de admisión para la universidad, luego le explica que en la medicina hay especialidades y termina por confundiendo a ese curioso animal que es el ornitorrinco con el no menos peculiar otorrinolaringologo.
El compañero (de él, no mío) que sueña con encontrar la cura contra el cáncer y que justo cuando empezaba a yo empezaba a formarme una buena opinión de él, corona el comentario diciendo que de hacerlo no la compartiría con nadie y abriría su propio consultorio para hacerse rico. Solo puedo esperar que los años en la facultad de medicina le enseñen algo más que meros conocimiento técnicos.
El señor de 60 años que se luce con las estudiantes del colegio, cediendo amablemente su lugar mientras comenta que no le importa irse parado por que el es más joven que uno de 20, comentario que a todos sin excepción logra arrancarnos un sonrisa.
Por último y no menos peculiar, la señora de los tres bolsos, trae tantas botellas de agua que me hace pensar que el beneficio de consumirlas es poco comparado con el beneficio que supone cargarlas. Para cuando finalmente termina de acomodarse en su asiento y guardar sus lentes ya llego a su destino, una interesante metáfora de lo que aveces es la vida.
Que cantidad de situaciones tan pintorescas se pueden dar en un trayecto de solo 20 minutos, me pregunto que pasaría si intento este ejercicio de observación cada mañana, en cada lugar, cada día. Una cosa es segura, la próximas veces no lo publicaré pues tampoco se trata de convertirme en un chismoso.
La joven con suéter de color naranja que usaba un perfume que justamente olía a esa fruta y que abordó el transporte en el preciso momento en que en la radio sonaba Mónica Naranjo.
El aspirante a médico que discute con su compañero sobre las probabilidades de haber pasado el examen de admisión para la universidad, luego le explica que en la medicina hay especialidades y termina por confundiendo a ese curioso animal que es el ornitorrinco con el no menos peculiar otorrinolaringologo.
El compañero (de él, no mío) que sueña con encontrar la cura contra el cáncer y que justo cuando empezaba a yo empezaba a formarme una buena opinión de él, corona el comentario diciendo que de hacerlo no la compartiría con nadie y abriría su propio consultorio para hacerse rico. Solo puedo esperar que los años en la facultad de medicina le enseñen algo más que meros conocimiento técnicos.
El señor de 60 años que se luce con las estudiantes del colegio, cediendo amablemente su lugar mientras comenta que no le importa irse parado por que el es más joven que uno de 20, comentario que a todos sin excepción logra arrancarnos un sonrisa.
Por último y no menos peculiar, la señora de los tres bolsos, trae tantas botellas de agua que me hace pensar que el beneficio de consumirlas es poco comparado con el beneficio que supone cargarlas. Para cuando finalmente termina de acomodarse en su asiento y guardar sus lentes ya llego a su destino, una interesante metáfora de lo que aveces es la vida.
Que cantidad de situaciones tan pintorescas se pueden dar en un trayecto de solo 20 minutos, me pregunto que pasaría si intento este ejercicio de observación cada mañana, en cada lugar, cada día. Una cosa es segura, la próximas veces no lo publicaré pues tampoco se trata de convertirme en un chismoso.
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